jueves, 21 de julio de 2011

Identidad Nacional

 
 
Dicen las malas lenguas que al peruano le falta identidad nacional. Es un caso de error porque todo ser humano como toda colectividad define siempre un modo de ser, un modo de pensar, de comportarse. No hay ser humano ni colectividad nacional sin rasgos propios, originales. Todo lo existente perfila, pues, una identidad. Tal vez lo correcto sea decir que la identidad es sólida o débil, feble, ambigua, malaguosa o fuerte.
¿A quién le falta identidad nacional en el Perú? Si entendemos ésta como el arraigo de nuestras raíces, historia, valores, la experiencia peruana revela a una sociedad, más bien, de identidades fuertes.


 ¿Podrá alguien decir que nuestros paisanos, los qosqorunas (Cuzco) no son claros y meridianos en su modo de ser? Si hasta el centro, el ombligo del mundo se sienten. ¿Habrá alguien tan miope que no encuentre solidez en los aymaras, los hombres de bronce? ¿Y qué decir de los huancas como de nuestros paisanos de Ayacucho o de Huancavelica, seguros de lo suyo pero desamparados tantas veces en nuestra historia patria? ¿Puede alguien ser tan despistado que encuentre falta de carácter, de temperamento nacional en nuestros campesinos cocaleros? Y si cambiamos de región, ¿acaso los chiclayanos, los piuranos, los tumbesinos, los huaracinos, los trujillanos o los hombres y mujeres de Iquitos no están escribiendo en los últimos tiempos y desde siempre páginas de lucha, de dignidad, de amor al terruño, a lo propio? Ni hablemos de los nacidos en la denominada República de Arequipa, los que a partir de su entronque histórico con el Cuzco y Puno configuraron hace varios siglos una región semi-independiente poco ligada a la capital, con mucha autonomía, circuitos comerciales propios, hasta tren regional y salida comercial hacia Bolivia como lo podemos encontrar en valiosos ensayos de Tito Flores Galindo y Baltaco Caravedo Molinari. Destaca además el orgullo de los chalacos y de todos los regionalismos.
¿Cómo ha podido difundirse esa monserga de falta de identidad del peruano cuando encontramos un tremendo potencial identitario? Lo que pasa es que la llamada identidad nacional no es una sumatoria de identidades múltiples. Sumando identidades regionales fuertes no resulta una identidad nacional fuerte, menos en un país que se caracteriza por tener una composición étnica muy heterogénea. ¿No serán los estamentos criollos los que no viven identificados con la historia patria y sus valores nacionales? Porque que sepamos son ellos los que han gobernado nuestro país desde el grito libertario y han dado escasas muestras de solidez en sus proyectos políticos, en sus plataformas gubernamentales. ¿Dónde pues la debilidad, la falta no de identidad sino de patriotismo, de amor por lo nuestro y la venta fácil de nuestros recursos a los extranjeros? ¿Acaso no es desde Lima desde donde se ha dirigido el Perú a partir de 1532 y posteriormente a partir de 1821?

Tal vez en la regionalización y en el incipiente proceso de descentralización, se encuentre el camino para sacar adelante el país con su unidad y diversidad simultáneas.

A unos 15 años en que el capitalismo intentara borrar las fronteras y soberanías nacionales, pareciera ser que la globalización sólo ha estimulado la emergencia y consolidación de fuertes bloques civilizatorios y el despertar de identidades nacionales. Aunque eso duela aceptar a Mario Vargas Llosa que plantea una modernización arcaica para la que todo sentimiento nacional es un retroceso en la historia y cataloga de terroristas a los movimientos populares. Pero les guste o no a los gonfaloneros de la globalización, la mundialización que nos hace hijos del planeta convive con el sentimiento nacional. Y eso se da no sólo en el sur pobre, en el ex-tercer mundo sino en todos los pueblos del planeta.

Los últimos tiempos han visto emerger en América Latina al movimiento indígena con fuerza. No se trata de gente que quiera retroceder al Tawantinsuyo, como lo plantea el movimiento de Humala que amenaza con fusilar a todos los que estén en desacuerdo con sus planteamientos, en el colmo de las intolerancias. Lo andino se aprecia en nuestro país en ese macizo bloque secular como en el frondoso proceso de mestizaje en una sociedad que tiene hoy más centros urbanos que rurales habitados por hombres y mujeres del ande que al fusionar la cultura andina con la urbana han creado el fenómeno de la cultura chola.

El Perú vive un proceso de descentralización y confiamos que con los años se solidifique la regionalización. Un gobierno débil como el de Toledo, que obstaculiza a la descentralización y un país pobre y con una permanente carga de derrotas no son precisamente los personajes del cambio social. Pero el fútbol convertido en una moderna religión de masas realiza ese milagro del despertar de un pueblo. Es religión porque indica fe en un equipo. Así el deporte se constituye en una suerte de creencia colectiva de gente unida por lazos afectivos, unos colores, unas vinchas, unos chimpunes.

El triunfo de Cienciano logró unir a todo el Perú. En una coyuntura de regionalización y de descentralización, desde el Cuzco , el ombligo del mundo, la capital de los Incas, un equipo por quien nadie daba un medio vestido con un uniforme que tiene los colores patrios y jugando nada menos que en la región más separatista, Arequipa, reafirma la autoestima nacional y reivindica al Perú. Reafirma la peruanidad en un país cansado de derrotas en donde hasta los héroes (Bolognesi, Grau,) vienen de guerras perdidas si bien han demostrado valor, coraje, agallas y amor a la patria.

El triunfo viene desde fuera de Lima a partir de un equipo que deja pequeños a los equipos capitalinos con sus directores técnicos importados y sus jugadores de sueldos millonarios. El primer título internacional de un club peruano está en manos del Cienciano, un equipo provinciano pobre y cholo, humilde y batallador, que expresa la garra de los qosqorunas como del peruano en general. Combina el Cienciano a jugadores de la región cuzqueña con jugadores de todas partes, jugadores jóvenes con viejos, muchos ya marchitos a los que un buen director técnico da la oportunidad de reciclarse no a partir del estrellato individual sino a partir de la valoración del equipo. Frente al vedetismo individualista se refuerza la idea de la solidaridad del equipo, de los valores de la fraternidad. A la base está la disciplina, el amor patrio, el coraje, la garra que demuestran, como decíamos anteriormente, que los peruanos somos de identidad sólida vengamos de la región que vengamos y que somos trabajadores y tremendamente creativos, ingeniosos e imaginativos como pundonorosos cuando la mística enciende nuestros corazones.

Ha logrado hacer reflotar la esperanza, la fe en los valores nacionales, su gente. Ha hecho que los propios peruanos, que ya no creían en el Perú, vuelvan a sentir el llamado de la patria. "Esto vale un Perú" dijeron de nosotros hace mucho y puede volver a ser el lema de identidad del Perú.

A partir del Cienciano se revalora al Perú como entidad, desde el Cuzco de los Incas renace el Perú que es de todas las sangres como el Cienciano juntando a andinos con negros, zambos, sacalaguas. Así es el Perú. Aquí no vale ese dicho criollo (tan falso) de que un negro no canta en puna cuando La Rosa, Román, Bazalar, negros, zambos y mulatos demuestran que en el ande también se aceptan a los de color oscuro. Supera todo racismo y en Miraflores, San Isidro, mecas del aristocratismo, del racismo se ha cantado el himno del Cienciano, se ha aplaudido al Cienciano que nos devuelve la esperanza al arrancarle un gol a la vida ante tanta derrota, tanto autogol del gobierno. Frente a un Toledo autodestructivo encarcelado por su partido que lo mina y erosiona, el Cienciano nuclea y concentra a las fuerzas sanas, vitales, fuertes que se crecen ante los retos. Son peruanos con mentalidad ganadora, provincianos mentalizados con la idea de un Perú a construir con garra, trabajo, identidad, entrega sin amarrar el macho diferente a Toledo, que podrá venir de un caserío andino pero domesticado desde su adolescencia por los EEUU ha pasado a ser un cholo de Harvard sin ánimo nacional jugando para las ligas estadounidenses neoliberales. De poco le valió su sueño infantil de ser presidente si es que el imperio lo domesticó y hoy gobierna para el imperio.

Todas las sangres incluirían no sólo a todas las regiones jugando por el Cienciano sino a representantes de otros países. Allí Ibáñez, argentino de nacimiento pero nacionalizado peruano, siempre sereno y aleccionador, pedagogo y sacrificado como eficiente. Allí Lugo, paragüayo, el autor del gol del triunfo ante River Plate. Calidad total, diría el mercado.

El triunfo indica además el buen manejo empresarial comandado por su presidente Juvenal Silva como la alta capacidad de su director técnico. En síntesis, el Cienciano sin ser un equipo de alta calidad técnica gana por su manejo ordenado, planificado, el perfilamiento de un equipo disciplinado y alta calidad empresarial. Por no prometer, como Toledo, más de lo que puede hacer y hacerlo bien. Por no recurrir a las figuras sino a un equipo mediano que sin grandes jugadores que sobresalgan constituye una entidad sólida y bien afiatada, es decir, un ejército bien firme. No es un equipo con gran experiencia internacional pero tiene disciplina, garra, coraje, las ganas de hacer las cosas bien, patriotismo y conjuga a jugadores jóvenes y viejos. Reivindica a las provincias justamente en una coyuntura de descentralización frente al centralismo capitalino. Supera todo racismo en un país que a pesar de ser centralmente cholo, es tremendamente racista. Todos buscan blanquearse choleando al resto.

El triunfo indica finalmente que los peruanos pueden lograr el éxito como por ejemplo la familia ayacuchana Añaños, creadora de Kola Real que hoy atemoriza a la Coca y Pepsi Cola; como Beatriz Merino, la expremier, tumbada por el propio partido oficialista, mediocre e incapaz de soportar a una mujer de éxito…

El mejor regalo para la patria no será el desembarco de la Merino ni el viaje a Punta Sal del presidente sino el triunfo de estos compatriotas honestos, valerosos, identificados con la causa nacional.


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